La pancreatitis ocurre cuando las enzimas pancreáticas, que digieren la comida, se activan en el páncreas en lugar de hacerlo en el intestino delgado.
El páncreas es una glándula grande ubicada detrás del estómago y cerca de la primera parte del intestino delgado que segrega jugos digestivos en el intestino delgado a través de un tubo llamado conducto pancreático.
El páncreas también libera las hormonas insulina y glucagón en la sangre.
La inflamación puede ser súbita (aguda) o progresiva (crónica). La pancreatitis aguda generalmente implica un solo «ataque», después del cual el páncreas regresa a su estado normal. La pancreatitis aguda severa puede comprometer la vida del paciente. En la pancreatitis crónica, se produce un daño permanente del páncreas y de su función, lo que suele conducir a la fibrosis (cicatrización).
Las causas más frecuentes de la inflamación aguda del páncreas son los cálculos procedentes de la vesícula (colelitiasis) con un 38 %,1 y el alcohol el consumo muy elevado de alcohol de forma continuada y con un 36 %,1 la ingesta abundante de grasas contribuye a su aparición. El síntoma principal es de dolor abdominal epigástrico.
La inflamación crónica del páncreas está caracterizada por fibrosis y en ocasiones calcificaciones (cúmulos de calcio, visibles en pruebas de imagen como la radiografía o el escáner). Produce dolor abdominal, diabetes (por pérdida de la producción de insulina) y pérdida de grasa por las heces (por pérdida de la lipasa, proteína que digiere las grasas).
El 80 % de las pancreatitis es causado por cálculos biliares e ingesta de alcohol. Los cálculos biliares son la causa más común de pancreatitis aguda.