La cirrosis es una enfermedad crónica del hígado que avanza silenciosamente y, en muchos casos, se detecta cuando ya está en una etapa avanzada. Expertos en salud advierten sobre la importancia de reconocer sus síntomas y entender sus causas para prevenir complicaciones graves.
La cirrosis se produce cuando el tejido sano del hígado se reemplaza por tejido cicatricial (fibrosis), afectando gravemente su capacidad para funcionar. Esta enfermedad no solo limita las funciones hepáticas esenciales, como la filtración de toxinas y la producción de proteínas, sino que también puede poner en riesgo la vida si no se trata a tiempo.
Aunque en las primeras fases puede no presentar signos evidentes, los síntomas más comunes de la cirrosis incluyen:
Fatiga constante
Pérdida de apetito
Náuseas o vómitos
Ictericia (color amarillento en la piel y ojos)
Hinchazón en piernas y abdomen (ascitis)
Confusión o dificultad para concentrarse (encefalopatía hepática)
Hematomas o sangrado con facilidad
Los especialistas recomiendan acudir al médico ante cualquier señal persistente, especialmente si hay antecedentes de enfermedades hepáticas.
Las causas más comunes de la cirrosis incluyen:
Consumo excesivo de alcohol: La causa más conocida, especialmente en países occidentales.
Hepatitis viral crónica (como hepatitis B y C): Infecciones que dañan el hígado a largo plazo.
Enfermedad del hígado graso no alcohólico (NAFLD): Relacionada con la obesidad, diabetes tipo 2 y colesterol alto.
Trastornos hereditarios como la hemocromatosis (exceso de hierro) o la enfermedad de Wilson (acumulación de cobre).
Aunque la cirrosis no tiene cura, sí puede controlarse si se detecta a tiempo. La clave está en adoptar hábitos saludables: evitar el consumo excesivo de alcohol, mantener un peso adecuado, vacunarse contra la hepatitis y realizar chequeos médicos regulares.
El tratamiento dependerá de la causa subyacente, pero puede incluir medicamentos, cambios en el estilo de vida, y en casos graves, un trasplante de hígado.
La cirrosis es una enfermedad seria, pero muchas veces prevenible. Estar atentos a los síntomas y cuidar el hígado desde temprana edad es fundamental para evitar complicaciones mayores. Ante cualquier duda, consulte a su médico.