El colonoscopio, un instrumento endoscópico similar al gastroscopio, pero de mayor longitud, se utiliza para examinar el intestino grueso, conocido como colon.
Durante la exploración, se introduce suavemente el colonoscopio, previa sedación del paciente, permitiendo una observación detallada desde el ano hasta los centímetros más distales del intestino delgado. En la fase de retirada, la observación se realiza en sentido inverso.
Este procedimiento no solo sirve para el diagnóstico, sino también para realizar tratamientos como la extracción de pólipos, una condición frecuente. Los canales internos del colonoscopio posibilitan la introducción de instrumental adicional para biopsias u otros tratamientos.
La biopsia, mediante la toma de pequeñas muestras del tejido tumoral, ayuda a identificar el tipo de tumor, ya que existen diversos tipos benignos y malignos. En casos de obstrucción intestinal, el colonoscopio facilita la colocación de una prótesis que, al expandirse, aplasta el tumor contra las paredes intestinales, restableciendo el flujo normal de heces y gases.
La preparación del paciente para la colonoscopia implica una dieta especial, la administración de fármacos y la ingesta de líquidos para una limpieza intestinal completa, induciendo una diarrea que asegura una visión clara durante el procedimiento. Este procedimiento, aunque temido emocionalmente, es crucial para el diagnóstico y tratamiento de diversas enfermedades, incluyendo tumores.