La gastritis es una enfermedad del estómago que se define como la inflamación aguda o crónica de la mucosa gástrica. El diagnóstico preciso se obtiene por exploración endoscópica.
En ocasiones no se presentan síntomas pero lo más habitual es que se produzcan ardor o dolor en el epigastrio, acompañado de náuseas, mareos, etc.
Es frecuente encontrar síntomas relacionados al reflujo gastroesofágico, como la acidez en el estómago.
Los ardores en el epigastrio suelen ceder a corto plazo con la ingesta de alimentos, sobre todo leche. Pero, unas dos horas luego de la ingesta, los alimentos pasan al duodeno y el ácido clorhídrico secretado para la digestión queda en el estómago, lo que hace que se agudizan los síntomas. También puede aparecer dolor abdominal en la parte superior (que puede empeorar al comer), indigestión o pérdida del apetito. En caso de que exista un componente ulceroso que sangre, pueden presentarse vómitos con sangre o con un material similar a manchas de café, y heces oscuras.
El diagnóstico de la gastritis se realiza por medio de la endoscopia del aparato digestivo superior. En el examen histopatológico de los tejidos se observa infiltración de polimorfonucleares (glóbulos blancos).
Dependiendo del aspecto de la mucosa se ha clasificado en gastritis erosivas y no erosivas.
Las causas de gastritis pueden ser por varias razones dependiendo del tipo de afección. Entre los factores causales más frecuentes se encuentra el consumo de medicamentos antiinflamatorios no esteroideos como la aspirina, la infección por Helicobacter pylori y la existencia de fenómenos de autoinmunidad, como en la enfermedad celíaca o en la gastritis atrófica con presencia de anticuerpos contra las células parietales, degeneración del revestimiento del estómago por la edad o por reflujo biliar crónico. No se debe confundir el reflujo biliar con el reflujo gastroesofágico.