La cardiotoxicidad es una alteración cuantitativa o cualitativa en el corazón debido a los fármacos u otras sustancias tóxicas para este órgano, pudiendo evolucionar a insuficiencia cardiaca o arritmias.
Se denomina cardiotoxicidad subclínica o cardiotoxicidad preclínica a la fase inicial de esta miocardiopatía, cuando la enfermedad aún no es clínicamente manifiesta. Dado que el diagnóstico actual de la cardiotoxicidad sigue basándose en la aparición de síntomas de IC o una disminución de la fracción de eyección del ventrículo izquierdo (FEVI), y teniendo en cuenta la variabilidad interobservadores existente en la determinación de la FEVI, la incidencia de la cardiotoxicidad puede variar según el tipo de tratamiento antineoplásico y el tipo de sistema de detección utilizado para establecer el diagnóstico.
Existen diferentes tipos de cardiotoxicidad:
Cardiotoxicidad aguda: Ocurre durante el tratamiento. Se manifiesta con taquicardias supraventriculares. Desaparece al interrumpir el tratamiento.
Cardiotoxicidad crónica: Hasta 30 meses después de la última dosis. A los tres meses desarrolla miocardipatía degenerativa que culmina en insuficiencia cardiaca congestiva (ICC). Dentro de esta existe una subcategoría que es la cardiotoxicidad tardía que aparece de 6 a 12 años después del tratamiento. Se manifiesta como una recaída en recuperados de una cadiotoxicidad aguda.
La capacidad mecánica del corazón depende de la potencia del miocardio o músculo cardíaco y del caudal de sangre que puede circular por el lecho vascular. El lecho vascular es afectado por los vasocontrictores, vasodilatadores y vasopermeabilizantes que provocan petiquias, eritemias, sufusiones hemorrágicas y edemas locales o generalizados.
Trastornos del ritmo o disritmias, debidos al consumo de alcohol, tabaco, anfetaminas.
Insuficiencia cardiaca o incapacidad para mantener el flujo sanguíneo. Se produce realmente por una falta de potencia muscular.