Nunca se deben ignorar los síntomas del llamado infarto de miocardio: acude a un médico si crees que has sufrido un ataque al corazón o si tienes, de forma simultánea, más de uno de los síntomas.
Sin embargo, es posible que estén en juego otros problemas de salud.
Los síntomas que te hicieron pensar que estabas sufriendo un ataque al corazón son, en realidad, indicios de otro problema de salud. ¿Estás pasando algo por alto?
Dolor en el pecho
Uno de los síntomas más comunes de los ataques al corazón es el dolor en el pecho. Durante un infarto, la presión, dolor, sensación de opresión y aplastamiento, así como la percepción de tener el pecho dolorido, pueden extenderse a los brazos, cuello, mandíbula o espalda.
El dolor recurrente en el pecho (lo que llamamos angina de pecho) suele estar causada por un exceso de esfuerzo y la forma de aliviarlo es el reposo.
Ataque de ansiedad
Un ataque de ansiedad también puede generar dolor de pecho o sensación de opresión, junto con otros tres síntomas propios de los infartos: palpitaciones o un ritmo cardíaco acelerado, sudoración excesiva, temblores, falta de aliento, sensación de asfixia, náuseas y mareos. Estos síntomas derivan de la aparición repentina de miedo o un malestar intenso que presenta un pico en cuestión de pocos minutos.
Falta de aliento
No poder respirar de forma habitual puede ser un indicio de que un coágulo de sangre bloquea el torrente sanguíneo y el flujo de oxígeno que debería acceder a tu corazón.
Baja presión arterial (hipotensión)
Una presión arterial anormalmente baja puede dar lugar a una rápida pérdida de la capacidad respiratoria, lo cual puede ser un síntoma de otra condición. Un embarazo, deshidratación, enfermedades de la tiroides, hipoglucemia (baja azúcar en sangre), hemorragia, infecciones severas, así como una carencia de los nutrientes fundamentales en tu dieta pueden ser los causantes de una presión arterial demasiado baja.
Indigestión
Aquellos que hayan sufrido un ataque al corazón suelen mencionar que experimentaron una sensación de ardor estomacal.
Reflujo ácido
A veces el ácido que produce tu estómago sube por el esófago y genera un malestar llamado reflujo ácido.
Las causas de esta dolencia (también conocida como reflujo gastroesofágico) incluye la ingesta abundante de alimentos, recostarse justo después de comer, tener sobrepeso u obesidad, fumar, estar embarazada, comer antes de ir a dormir y beber alcohol, café, té o bebidas carbonatadas.
Náuseas
Las náuseas son un síntoma habitual de los ataques al corazón.
Gastritis
Las náuseas también podrían ser un síntoma de gastritis, inflamación, irritación o desgaste de la pared del estómago. Este síntoma puede aparecer de forma repentina o gradual. La gastritis tiene varios orígenes, entre los cuales están: el abuso del consumo de alcohol, vomitar recurrentemente, el estrés, o el consumo de ciertos medicamentos como la aspirina o los antiinflamatorios.
Sudor frío
Durante un infarto aparece repentinamente el sudor frío, y el resultado es la sensación de tener la piel fría y húmeda.
Hipoglucemia (bajo nivel de azúcar en sangre)
Esto también podría ocurrir debido a un bajo nivel de azúcar en sangre: cuando el azúcar en sangre disminuye demasiado como para proveer de energía al cuerpo. Otros síntomas de hipoglucemia son la vista borrosa y la inestabilidad. Puede generar nerviosismo, temor, confusión y mal genio en las personas.
Mareos
Es habitual que las personas que sufren un infarto desvanezcan o tengan una sensación repentina de mareo.
Problemas en el oído interno
La sensación de vértigo también puede deberse a dolencias en el oído interno, como por ejemplo infecciones, un exceso de fluido, migrañas y vértigo posicional paroxístico benigno (una condición que causa una breve pero intensa sensación falsa de que uno está girando o moviéndose).
Fatiga
Sentirse permanentemente cansado y tener dificultad para realizar actividades cotidianas como hacer las compras, subir escaleras o caminar podría indicar un ataque al corazón.
Anemia
La fatiga también puede ser un síntoma de anemia, que ocurre cuando uno no dispone de suficientes células sanguíneas saludables para trasladar la cantidad adecuada de oxígeno hacía los tejidos del cuerpo. La anemia puede ser una condición temporal o a largo plazo, leve o severa. Los tratamientos comprenden desde la toma de suplementos vitamínicos hasta la necesidad de recurrir a intervenciones médicas.